Cuando confiar no parece seguro: el conflicto interno en terapia tras un pasado de daño
Cuando hemos sido heridos por las mismas personas que debían cuidarnos y protegernos, nuestro instinto de supervivencia nos lleva a desarrollar estrategias para evitar volver a ser lastimados. La desconfianza no es un defecto, es una respuesta natural. En su momento, esa desconfianza nos protegió del daño físico o emocional. Incluso pudo salvarnos la vida.
Pero estas estrategias de supervivencia no desaparecen por sí solas. Aunque hayamos crecido y ya no estemos en contacto con aquellos que nos lastimaron, nuestro cerebro sigue en alerta. No tiene un mecanismo automático para actualizarse; sigue operando bajo la lógica del pasado, identificando el peligro donde antes existió, incluso si la amenaza ya no está.
Esto se hace especialmente evidente en terapia. La relación terapéutica es cercana, íntima, y el terapeuta suele convertirse en una figura de apego. Para las partes de nosotros que aún viven en el pasado, esto puede sentirse peligroso. No es raro que aparezcan pensamientos como “¿Me manipularán? ¿Me utilizarán? ¿Me harán daño?” o que sintamos incomodidad, miedo, dudas sobre acudir a sesión o dificultades para hablar de lo que realmente necesitamos.
Si te ocurre esto, queremos que sepas algo: es completamente normal. No esperamos que confíes ciegamente ni que te expongas sin sentir seguridad. En nuestro equipo, entendemos este conflicto y te acompañamos con respeto, permitiendo que explores tus propios ritmos y necesidades. La confianza no se impone, se construye, y estamos aquí para ayudarte a hacerlo de una manera que realmente se sienta segura para ti.